miércoles, diciembre 30, 2015

LAS CAMINATAS DE CUARESMA

by Hjalmar Hernández.
De la serie "Historias de mi papá"

ROMERÍA DE COATEPEQUE A JESUS DE LOS MILAGROS.
Corría el año de 1936, y salieron de la colonia Luz en San Salvador (En ese entonces la colonia Luz, estaba alejada de la ciudad) justo al rayar el alba, era el tercer viernes de cuaresma. Era una pareja singular, un niño de siete años descalzo con su abuela; él con pantalones y camisas raídos además de descalzo, ella con enaguas, una blusa blanca, posiblemente un chal, descalza y cargando un canasto de singular tamaño sobre su cabeza.
Y de las calles polvosas, tomaron la que llevaba hacia Santa Tecla (menos que una calle, una vereda para carretas dice mi padre, presumo que tambien era paso de tranvias) y así comenzaba su ruta de todos los años hacia la romería de Coatepeque. Las romerías eran, por decirlo de alguna manera, fiestas religiosas y congregaban a una gran multitud, al mismo tiempo que eran motivo de peregrinación para los fieles católicos.
Mi padre no era católico, pero su abuela si. Por ende debía acompañarla a sus peregrinaciones, pero en palabras de él "uno de cipote le gusta salir, mas acompañado por 'laguela' que era una viejita de mil recursos".
Llegaban a Santa Tecla y apenas y se detenían a comprar algún extra que faltara para la larga caminata. La ciudad era muy pequeña para entonces y atravesarla era cosa de pocos minutos, sus mansiones todavía en funcionamiento eran todo un espectáculo para un niño de esa edad y casi sin mundo.
Desayunaban en Los Chorros (ojo el balneario toma el nombre del lugar, nombre que se le daba desde hacia decenios antes de mi padre... por otro lado el balneario no existía.) allí 'juntaban' fuego y  podían descansar brevemente. Mi bisabuela en ese canasto llevaba de todo y hasta le preparaba el consabido cafecito a mi padre, ese canasto era el equivalente ahora a la mochila de campamento. 
Retomaban el camino polvoso, mi padre recuerda que el polvo ardía en las piernas y quizá esa era la parte del viaje que el mas detestaba, al ser descalzo le molestaba en gran medida el polvo caliente y de paso aguantar el sol de medio día.
Almorzaban bajo la sombra de un amate en Ciudad Arce, era el momento de un par de tortillas, frijoles, y la segunda o tercera taza de café del día. Mi padre dice que le gustaba que la abuela le contaba historias mientras comían.
Retomaban el camino y ya entrada la tarde llegaban a la iglesia de Coatepeque, ya habia una gran muchedumbre. Se integraban a las celebraciones religiosas (me imagino alguna misa o rezo)  y lo mejor según mi padre era dormir al aire libre, bajo las estrellas envuelto en sábanas y arrullado por la abuela. (claro después de jugar un rato con los chicos de su edad que andaban por ahí)
El dia siguiente se levantaban temprano y después de misa  emprendía el camino de regreso con mi bisabuela, se desviaban para visitar a un amigo en la finca El Porvenir, cerca de un beneficio llamado El Refugio, esto quedaba hacia el norte de El Congo y la finca pertenecia a don Carlos Alvarez. Siempre almorzaban en Ciudad Arce, llegando junto a la caída del sol a San Salvador.

ROMERÍA DE LA VIRGEN DE LOS REMEDIOS EN SAN RAMÓN.
La plática derivo y comenzó a contarme de su segunda gran caminata en el año, comenzaba en el amanecer del miércoles de ceniza, igual que la primera salían de su casa en la colonia Luz, llegaban al cementerio general, después buscaban el centro para luego tomar calle salida hacia el oriente (la entonces popular Independencia, no habían lupanares como ahora) 
El desayuno se hacia en algún punto de la carretera que conduce a Cojutepeque (presumo que podria ser en la zona de Ilopango), mi padre vuelve a recalcar que la piel de las piernas sentía fuego debido al polvo caliente de la calle y ya no se diga las plantas de los pies ardian. Aunque la abuela de él parecía no inmutarse, la experiencia de caminar descalza toda su vida eran un plus para esos caminos.
El almuerzo lo hacían ya en San Ramón, lo cual hacia de esta caminata algo mas intensa que la anterior según mi padre.
Las romerías en San Ramon y Coatepeque eran bien alegres, para un niño como el estaban llenas de aventuras comenzando por el viaje en si. El resalta que eran un evento religioso, y el viaje al hacerlo a pie por parte de muchos peregrinos se convertía en un acto de fe total, de entrega física al máximo. Las fiestas patronales de ahora se les ha perdido el sentido que tuvieron en su momento.
El hace hincapié que para el a la edad que tenia eran mas un paseo con la que de verdad represento una madre para el, su abuelita. Sus ojos vuelven a brillar cuando la menciona, 'laguela', la mujer fuerte y de mil recursos, esa que lo arrullaba bajo las estrellas.



REFERENCIAS:
Para leer mas sobre estas romerias, que aun existen, pueden visitar:

No hay comentarios:

Publicar un comentario