sábado, enero 08, 2011

Leer, escribir, pensar

María A. de López Andreu*
Viernes, 7 de Enero de 2011
 
Estamos iniciando el año calendario (Dios se los conceda muy feliz) y, pronto, se iniciará también el año lectivo. Es entonces oportuno hacer referencia, una vez más, a este pensamiento del Dr. José Miguel Ibáñez-Langlois, ya citado en otras ocasiones: "Hay un círculo indestructible constituido por el leer, el escribir y el pensar; el que no lee ni escribe no puede tener ni los rudimentos más elementales para pensar. Por lo tanto, no estará capacitado para resolver los problemas acuciantes del subdesarrollo".
Adicionalmente, transcribo lo dicho por Donald Walton: "Las palabras son la materia prima de las ideas. Hay estudios científicos que comprueban que el desarrollo de la inteligencia es paralelo al desarrollo del lenguaje".
Todos coincidimos en que una buena educación es la base para el desarrollo personal y social. Y pareciera que, para ser competitivos, debemos lograr una educación de calidad, que incorpore el inglés, la informática, la tecnología, la innovación, los uniformes, zapatos y útiles escolares, así como una nutritiva alimentación. Incluso, algunos piensan que nuestros niños deberían hablar fluidamente el náhuatl.
¡Todo eso sería maravilloso!
Pero olvidamos que la educación de calidad, para que contribuya a sacarnos del subdesarrollo, debe cimentarse en el buen uso del idioma. Ya lo dicen Walton e Ibáñez-Langlois. Y los salvadoreños exhibimos una pobreza del lenguaje, que avergüenza. Aunque usted no lo crea, eso contribuye grandemente a nuestro subdesarrollo y pobreza material.
Porque un niño que no comprende, tampoco aprende, y ese lastre se hace más pesado en la medida en que crece, obligándole, inicialmente, a abandonar los estudios y, posteriormente, a obtener únicamente trabajos de subsistencia, dada su poca o nula capacidad.
De allí que nuestro pensum escolar --desde parvularia-- debe dar un inmenso peso específico al idioma y los maestros tendrían que dedicar su máximo esfuerzo a que los niños no solamente aprendan a leer bien, sino que amen la lectura. Ampliando su vocabulario, amplían también sus horizontes. Y, para comprobación de que sí han comprendido, es importante que después, por escrito y con sus propias palabras, puedan resumir la experiencia que la lectura les ha dejado. Con esto, aprenden también a pensar y, como consecuencia, aprenden a solucionar sus propios problemas.
Por supuesto, las lecturas deberán escogerse de acuerdo a la edad de los alumnos, pero hay una regla aplicable a todos por igual: que sean libros bien escritos, que promuevan las virtudes humanas y motiven a los estudiantes a ser buenos ciudadanos; que lean los clásicos, no las porquerías que ahora se estilan, cuyo "mérito" es la filiación comunista del autor.
La excusa de que "son muy difíciles y no los leerán", no tiene cabida; hay miles de personas, de toda edad y nivel educativo, que leen la Biblia sin ninguna dificultad. Es cuestión de disciplina, y las escuelas son las llamadas a impartirla y promoverla. Mejorar el idioma es una buena herramienta para ello.
Ojalá que este sea el último año en que se reparten uniformes, indiscriminadamente; en adelante, deberían darse únicamente a quienes cumplen bien sus obligaciones escolares, asistiendo siempre a clases, obteniendo buenas notas y observando buena conducta. Evitemos a nuestros niños la mala costumbre de esperarlo todo a cambio de nada; por el contrario, fomentémosles la responsabilidad y el esfuerzo, que les convierta en ciudadanos que leen, escriben, piensan y solucionan problemas.

*Columnista de El Diario de Hoy.

NOTA: Me gustan algunas ideas de esta señora, por eso lo publico en mi blog.

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