miércoles, septiembre 30, 2015

MISTIRICUCU

De la serie Historias de mi papa.

Cada persona es un cúmulo de historias, de experiencias, de emociones, de buenas o malas decisiones. Y dentro de ese abanico unico para cada humano construimos nuestro ser y es el punto de partida para trascender en la vida de otros.
Me encanta hablar con mi padre, en sus ochentas es un hombre que ha vivido, no hablo de la edad sino de las experiencias que él ha acumulado y ha aprendido.
En una de esas pláticas hablábamos de pájaros, platica que surgió de ver pasar un gavilán (en algunas zonas de la cordillera del bálsamo todavía se alcanzan a escuchar sus silbidos poderosos) que cruzó bajo sobre nosotros.

Mi padre habla de varias aves propias de las barrancas algunas todavía existen como las “chachas”, otras desaparecieron hace muchos años (quizá hace 50 años), de estas mencionare al “mistiricucu”. Mi padre dice que cuando el estaba pequeño (no especifica pero calculo que unos 8 años) él escuchaba desde su casa el extraño canto de esta ave. El ave emitia un sonido en las noches que sonaba “mistiriiii…… cu… cu”, dice mi padre que su abuela le decía que esta ave tenía mal aguero en el sentido de que si se le veía uno podía morir en las proximas horas o dias.

Esta ave no es un mito o fantasía de los abuelos, existió pero como muchas de nuestras especies nativas se extinguió hace mucho.

Hay algunas referencias a esta ave en la obra de Salarrué “Cuentos de barro”, obra que evoca épocas remotas cuando en El Salvador habían cosas que ahora resulta mito para estas generaciones. La revelación de mi padre me hace pensar en el miedo que él sentía cuando estaba pequeño y escuchaba en esas oquedades donde él vivía (cerca de San Ramón, Cojutepeque) y escuchaba al mistiricucu.

La dureza de esos tiempos, incomparable con lo de ahora, hacía mella en las mentes de esos niños. El tipo de vida de esos tiempos  hacía que los niños enfrentaran sus miedos. Mi padre dice que cuando ya estaba más grandes se iba a esas barrancas a buscar el mistiricucu. Nunca lo encontró y ya cuando él tenía más de quince años dejó de escucharlo para no hacerlo nunca más.

Para mi padre el ave extraña no solo evoca su niñez y sus miedos, sino esos bellos momentos que atesora en su cerebro, su vida al lado de su abuela (su madre adoptiva, esa mujer que si lo cuido con toda su alma)